Se ha hecho una costumbre, observar con frecuencia como se corrige a un colaborador, amigo o conocido cuando expresa que está preocupado; “no se preocupe… ocúpese” es lo que de inmediato se señala, haciendo referencia directa a que “preocupado” no hace nada y que en vez de mantenerse en ese estado debe “ocuparse” en resolverlo.
A “preocuparse” se la considera sinónimo de: intranquilo, inquieto, alarmado, abstraído, pensativo, meditabundo, cabizbajo, turbado, acongojado, e incluso, en algunas latitudes, se entiende también como maniático y neurótico. Si observamos literalmente es fácil deducir que todos ellos manifiestan ese estado de inactividad que justifica la voz imperativa de “ocuparse” para salir de él. Pero ¿es así que debemos verlo?
Vamos a la Real Academia
Pero veamos cómo son las cosas: el prefijo “pre” significa “con antelación” “antes de”. Si se revisa el diccionario de
Por lo tanto podríamos decir que preocuparse –vista como una palabra compuesta- significa “ocuparse con anterioridad con respecto a algo”. Y esa es la esencia de lo que todos conocemos en el mundo de la dirección y la administración y que nos empeñamos en recalcar a nuestros colaboradores, a eso le llamamos “proactividad”.
Es simple: La pre-ocupación es proactiva, la ocupación es reactiva. Los que se atreven a visualizar el futuro se preocupan. Y tienen más chances de adelantarse a los acontecimientos. En suma: un poco de adrenalina a los negocios nunca viene mal en nuestra querida jungla diaria. ¿No le parece?
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