Comunicación:
No hay que tener miedo al cambio
¿Y SI UN
DÍA ME CANSO DEL ASADO?
Comunicar es un acto donde se
requieren dos condiciones: constancia y creatividad. No hay que hacer locuras
todos los días, pero cada tanto la sorpresa agrada.
Por Anibal Litvin
Luego de mi
brillante exposición en el
Aftermarket Momentum que se realizó el pasado noviembre con gran presencia de
un público muy interesado en todos los temas que allí se tocaron, se me acercó
una gente muy buena que yo no conocía y me dijo:
-Estuvo más
o menos lo que habló. Pero nosotros hacemos siempre promociones: todos los años
el asado con los clientes, siempre les regalamos remeras. Siempre hacemos más o
menos lo mismo.
¿Por qué me dijo esto?
Minutos
antes yo había dicho que la comunicación es un acto que debe ser adaptado a las
posibilidades de cada uno. Alguno podrá poner avisos, otro enviará faxes a sus
clientes, otro enviará mails semanales. No me metí en el “qué hacer”. Sólo recalqué
que sí hay que comunicar. Que comunicar es parte del trabajo, a la medida de
cada presupuesto.
Pero me dejó pensando
Pero el
hombre del asado me dejó pensando. Todos los años, asado. Rico. Pero:
-¿Y si un
día me canso del asado?
-¿Y si
algún día muero y mi sucesor en el negocio odia el asado?
-¿Y si ya estoy
podrido de tener 5 remeras iguales?
-¿Y si la
gente deja de ir porque es siempre lo mismo?
Es como ir
en automático. Yo hago esto de comunicación con los clientes y listo.
¿Y si probamos con otra cosa?
La idea es:
si comunico siempre por mail, ¿no puedo ir a fin de año a mis 30 mejores
talleres con una carta y un regalo para la mujer del mecánico?
-¿Y si en
vez de remeras regalo porta-celulares con mi marca?
-¿Y si en
vez de asado hago un Matarazzo Party?
Lo que digo es:
No hay que
romper todo para poder comunicar. Si se siente seguro con ciertas formas, siga
haciéndolo.
Pero: ¿qué
pierde con probar algo nuevo?
¿Sorprender
con algo nuevo al cliente no es pensar en él?
Además,
demuestra que más allá de pensar en precios y servicios, también piensa en cómo
comunicarse mejor con él.
Seguramente,
el día que no haga el asado alguno saltará y dirá: “Che, ¿qué pasó que no
hiciste los chorizos de siempre”.
Pero habrá
otros que pensarán: “Mirá qué buena idea que tuvo y cómo sorprendió”
Me voy: me
dieron unas ganas terribles de comerme un choripán. Feliz 2012.
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